jueves, enero 20, 2005

San Isidro

Reclinado, sobre un árbol acechante y progresivo, una genuflexión distribuye el conocimiento acerca de la carne de dios, dos dedos cortan por el tallo un pequeño ente que porta sombrero, una falda azul lo vuelve poderoso.
Movimientos comunes, clásicos e instintivos en todas las especies, la mano acerca la comida hasta la boca y los espejismos desaparecen, se van borrando poco a poco los filtros que habían sido puestos desde la casa, treinta veces lo reflexioné y decidí al final detenerme, las nauseas se hacían presentes.
El tiempo transcurre mientras mi naturaleza emancipa sus capacidades, lentamente mi cuerpo deja de percibir banalidades, centra su atención en un pequeño grillo de guantes blancos, por un momento pienso en la ciudad y pongo en desacuerdo mi cuerpo. Tres veces recorro el camino andado, y veo una parte nueva cada vez que paso. Enumero las ocasiones de desperfección física, y entretengo mis sentidos con mi dolor de espalda.
Tres gramos de paracetamol, distribuido en seis pastillas, cuatro tragos de agua mineralizada y la sensación se esfuma en cosa de cuarenta minutos. No existirá en mis sentidos, aunque seguirá dañándome.
Tenazmente un cosquilleo proveniente de mi estomago se distribuye a todo el cuerpo, conozco la sensación y disfruto cada segundo la comida ha logrado poner una sonrisa implacable en mi rostro, dibuja discretamente en mi cara la forma de un aparecido, mis dientes brillan ante la reacción de los rayos luminosos chocando con el esmalte de mis piezas.
Sentado, ahora, en el suelo mirando cosas que son mostradas por inteligencia, contemplación y reflexión son una forma adecuada de usar el tiempo cuando los inventos para perder el tiempo están lo suficientemente lejos, distingo en las cosas una magia de poesía, el verdor de las plantas asombran mis sentidos, y las nubes adquieren formas precisas y mi mente es como la de un niño, encuentro en los animales amigos y en las plantas sabiduría.


* * *

Saltan hasta mi vista infinidad de insectos, los colores de las flores interpelan en mis ojos y delicadamente los satisfacen, el viento frota mi piel y la conforta, encuentro la esencia humana en los demás entes campestres. Pequeños bichos me muestran paso a paso la sencillez y la complejidad de la vida.
La vida fluye en cuanto a las leyes naturales y sólo el que se adapta ellas tiene la posibilidad de subsistir al final.
Encuentras como demonios a tus congéneres observas a distancia como se destruyen y destruyen su casa, despedazan el terreno, exterminan a las especies y niegan su esencia natural como ser viviente.
Sobre un tablero de ajedrez trazo líneas difusas, distancias y alcances distribuyen mis capacidades de juego, como cuchillo cayo mi reina sobre tu pared, tu rey a muerto y debes retirar las piezas, cada momento debes aprender a caer, sólo sabiendo caer podrás derribar a alguien.
Clavo mi vista sobre la corteza de un árbol de copal, busco su sangre y la utilizo ritualmente, una vez más encuentro la sabiduría de la vida y la adaptación que los árboles pueden mostrar en su follaje, sólo es necesario que mi mente interprete los códigos y lea la majestuosidad de los sonidos emitidos a través de la paredes craneanas.
Enciendo un cigarrillo y veo como el humo abandona mi cuerpo lentamente después de haber llenado mi sangre de nicotina, su sabor recorre mi boca y reconozco en su sabor a sus fabricantes.
Atravieso mi mirada con la tuya, ves en mis ojos algo que te da un poco de miedo, detestas mirar a las personas a los ojos por que temes ser invadido, tu mente es muy sensible y no tenemos ganas de conocernos tanto, una profunda sonrisa se adueña de nuestras caras de nuevo, las carcajadas se dejan de contener hasta que las lágrimas chorrean mi cara, lavo mis ojos con mis lagrimas y enciendo otro cigarrillo.

* * *

Una colina trasciende a la otra, detalladamente observo el valle, retengo algunos recuerdos que brincaron desde la parte de atrás de mis pies, distingo terreno árido donde está situada la ciudad, mi olfato alcanza a oler el caos del virus humano.
Mi vista transcurre por los montes, las llanuras, distingo a algunos amigos mirando las nubes, mis ojos echan raíces en la sombra del camino, descansa mi mente, mi cuerpo deja de ser calcinado por el sol, y mis pasos sudorosos dan vueltas para no perder las posibilidades de correr.
De pie y con los brazos cruzados volteo mi mirada hacia el suelo, un magnetismo utópico se apodera de tu cuerpo, deseos profundos de hacer contacto con el suelo, se doblan las rodillas, se apoya una mano sobre el zacate, se pone el trasero en contacto con la superficie, si te descuidas pronto te retorcerás como babosa. El movimiento es imitado por todos los del grupo.
Ya en el suelo la conversación brilla por la elevación de los tópicos, problemas universales y sus respuestas probables se difuminan a través del aire, complejidad de pensamientos e imposibilidad de expresarlos por el efecto tiempo, tras de mis palabras hay, en cada una de ellas, otros cientos que definen a esa en su contexto e intención específica, no es el mismo contenido el que se expresa al que se adquiere dentro del cerebro.

* * *

El silencio a clamado, nadie ha hablado por más de cinco minutos, cada quien se levanta. Enciendo un cigarrillo, fumo fuertemente sostengo el humo para gozar de su sabor, se lo obsequió a mi vecino y camino hasta que pierdo de vista a todos. –El silencio ensordeció mis oídos, expandió mis ojos, profundizó mis sentidos y energetizó mi cerebro. Percibo la esencia de mis semejantes igual o superior a la mía. Una pequeña parte de materia de color verde, seis extremidades salen desde su abdomen , cada par especializado según el lugar del cuerpo donde se enraízan, un brinco tras otro, cayó sobre una espiga, se quedó viendo el espacio, dejó que lo admirara y se perdió en otros brincos. Esencia viva y en movimiento igual a mi carne, igual a las plantas, semejante a todos los seres vivos, hechos de la misma sustancia mágica, sólo en diferentes manifestaciones.—


Juampigñón